Cuando comenzó la pandemia muchos fuimos al ERTE o nuestras empresas se tuvieron que adaptar rápidamente a la nueva realidad. Se nos forzó a hacer teletrabajo sin una formación previa. Las reuniones comenzaron a ser virtuales y la forma de organizarse cambió.
Nuestras casas se han convertido en escuelas y en lugares de trabajo y aunque eso no ha sido fácil, nos ha salvado a muchos para poder seguir trabajando.
Pero está habiendo algunos problemillas. Las comunicaciones por el chat de la empresa pueden dar lugar a malinterpretaciones y eso unido a la falta de comunicación no verbal, puede atrasar el trabajo.
Hace unos días vi en varios medios de comunicación que las vídeollamadas resultan agotadoras para los participantes porque hay que prestar más atención en ese momento, ya que se pierde:
- El tono de voz.
- Parte de las expresiones faciales.
- Los gestos físicos.
Busqué de dónde había salido esta información y es de un estudio de Gianpiero Petriglieri, profesor de INSEAD y Marissa Shuffler, profesora de la Universidad Clemson.
En la carrera nos recordaron siempre que había que prestar mucha atención al lenguaje no verbal porque da muchas claves de lo que realmente está aconteciendo. Muchas veces un gesto dice más de lo que lo hace una frase o pueden resultar contradictoras las informaciones que llegan por la vía verbal y por la no verbal.
En este caso, las vídeollamadas hacen que perdamos o se limite la información de uno de los componentes de la comunicación, el no verbal, y eso provoca que le pongamos más esfuerzo a la hora de entender a los demás y de expresar algo cuando nos toca, de ahí el agotamiento.
A eso hay que unirle que nuestro lugar de trabajo no cambia, es la propia casa. No diferenciamos entornos y estamos cansados y apáticos por el encierro. Además, no le vemos el final, lo que nos provoca una sensación de inquietud y preocupación. Todo ello influye en la reacción ante las vídeollamadas.
Por último está la propia tecnología. Para una vídeollamada hay que vestirse bien, maquillarse un poco, tener un foco, una cámara de buena resolución o no saldremos todo lo bien que deseamos y un micrófono. Todo ello hará que nos veamos bien ante la cámara pero cuando nos toque hablar, todos nos estarán mirando y atendiendo y si no lo hacemos bien, se notará en exceso. Cosa que no pasa en las reuniones presenciales donde todo puede fluir de una manera más natural.
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